Fue la soberana más longeva de la historia de Reino Unido, con 70 años de reinado a sus espaldas. La salud de Isabel II, quien murió este jueves, fue siempre envidiable hasta este 2022, en el que cumplió los 96 años. Con una agenda pública cada vez más reducida, y faltas repentinas a actos en los que estaba confirmada su asistencia, el aspecto de la monarca fue cada vez más frágil.
En junio de 2022, la reina se perdió varias de sus festividades del Jubileo, que celebraba su 70º aniversario en el trono, debido a problemas de salud. Ya entonces, en los festejos que se hicieron en su honor, fue sustituida por sus hijos y nietos, y en los actos en los que sí aparecía dejó patente su debilidad.
Este mismo año se contagió de COVID-19. Fue en febrero y lo pasó con síntomas leves, aunque la monarca confesó poco después de dar positivo que se había quedado exhausta tras la infección.
Esa sensación de cansancio la reveló la monarca durante una videoconferencia con personal sanitario en abril pasado, poco antes de su cumpleaños número 96. Se trata de uno de los síntomas más habituales que reportan las personas que padecen COVID prolongado.
El virus deja “muy cansado y exhausto, ¿es así, no?”, preguntó la reina a Asef Hussain, un paciente que tuvo el COVID-19, durante la inauguración virtual de una unidad de cuidados médicos que lleva su nombre en el Royal London Hospital de la capital británica.
Por otra parte, la reina había sufrido un profundo impacto psicológico cuando el 9 de abril del año pasado murió su esposo, el príncipe Felipe, a los 99 años. Poco antes había sido hospitalizado y sometido a una intervención cardíaca. Felipe de Edimburgo se había retirado de las actividades públicas en 2017.
La reina, poco proclive a hacer demostraciones de cariño en público, había dicho una vez de su marido: “Es mi roca. Ha sido mi fuerza y mi sostén”. Fue “el único hombre del mundo en tratar a la reina como un ser humano, de igual a igual”, explicó una vez Lord Charteris, ex secretario privado de la monarca.
Pero la primera señal de alarma sobre la salud de la reina había saltado en noviembre de 2021, cuando la reina de Inglaterra faltó a un acto público por una lesión en la espalda. “La Reina, después de haberse torcido la espalda, ha decidido esta mañana con gran pesar que no podrá asistir al Servicio del Domingo del Recuerdo de hoy en el Cenotafio”, dijo el Palacio en un comunicado en ese momento.
Antes de eso, Isabel II había pasado una noche en el hospital sobre la que Buckingham no quiso informar. La estancia hospitalaria fue mantenida en secreto hasta que lo filtró el tabloide The Sun. La Casa Windsor se limitó a informar de que “la reina Isabel II de Inglaterra fue a un hospital el miércoles por la tarde para hacerse pruebas preliminares y regresó al castillo de Windsor el jueves a la hora de comer y mantiene un buen estado de ánimo”.
Y en un servicio religioso en octubre, usó un bastón en público por primera vez desde 2003.
En el 2017 la reina tuvo que faltar a un servicio religioso de Año Nuevo por un fuerte resfriado. Era su segunda falta a un evento religioso desde 1988. En 2013 Isabel II tuvo una gastroenteritis. Contaba entonces con 75 años y era la primera vez que tuvo que ser ingresada a un hospital en una década.
En concreto, en 2003 tuvo que ser intervenida para extirparle el cartílago desgarrado de la rodilla derecha. Antes de eso, solamente consta públicamente otro ingreso hospitalario de Isabel II: en 1994 se rompió la muñeca izquierda cuando se cayó de un caballo en su residencia de Sandringham en Norfolk, Inglaterra. Medios británicos publicaron entonces que la reina, tras caerse, volvió a montarse y no se percató de que tenía un hueso roto en más de 24 horas.
En marzo de 1993, el príncipe Eduardo la reemplazó en varios compromisos porque tenía gripe. También ese año la reina tuvo que recibir tres puntos de sutura en la mano izquierda tras ser mordida por uno de sus perros, pero se negó a cancelar una visita a una fábrica de bolsos.
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