El año pasado cuando Guillermo Páez fue sentenciado a diez años y medio de cárcel, el Tribunal que lo juzgó pidió que la fiscalía siguiera las averiguaciones para dar con el otro ladrón que actuó en el robo mortal. Pero la causa recayó en Daniela Torres, una fiscal suspendida por quedarse con dinero de allanamientos y que, en breve, será enjuiciada por eso.
Todo sigue igual. El departamento 274 del monoblock del barrio La Rioja, situado en calle Chacabuco al 140 continúa exactamente de la misma manera que cuando lo habitaba Mafalda Sánchez. A excepción de algunos detalles que pueden percibirse desde afuera: la enredadera que envolvía el enrejado del patio delantero ya no está, se secó. La puerta de rejas negras que por lo general ella mantenía abierta, ahora siempre está cerrada y con llave. Pero hay vida adentro. El lugar fue alquilado por una conocida de la hija de la víctima. Vive allí con su marido y su hijo, desde hace un año.
En ese lugar un asalto se cobró la vida de Mafalda. Guillermo Andrés Páez, el único acusado que tuvo ese “homicidio en ocasión de robo” fue juzgado y condenado el 24 de septiembre del año pasado. Le dieron diez años y medio de prisión. El mismo Tribunal que lo sentenció, en su fallo, ordenó también que la causa fuera remitida nuevamente a la fiscalía a cargo de la investigación, para que continuara con las averiguaciones porque en el hecho actuó un cómplice y está libre.
Pero, para mala suerte de la memoria de Mafalda, la causa recayó y siempre estuvo en manos de la fiscal Daniela Torres, que hace casi tres meses está suspendida porque fue denunciada por quedarse con dinero secuestrado en varios allanamientos. El 16 de septiembre será el juicio político en su contra, que podría poner en jaque su carerra.
Lo cierto es que el expediente está en una fiscalía que es subrogada por un fiscal instructor que debe hacerse cargo, además de su propia fiscalía. Por eso, movimientos actualmente, en la causa no hay.
Justicia a medias
En el juico contra Páez quedó claro que hay un segundo responsable por la muerte de la mujer, que tenía 67 años, que está suelto. En el barrio La Rioja el rumor que circula es que “todos saben quién es, pero nadie hace nada”. La familia ya no tiene más al abogado que actuó hasta el final del debate oral. Decidió seguir el caso solo a través de la fiscalía. Según confirmó una fuente, familiares de Sánchez están al tanto de que el expediente no se mueve.
Leandro Estrada, al frente de la fiscalía de instrucción 4, subroga como puede el lugar que dejó Torres. Pero la realidad es que son tantas las causas que se acumulan entre ambas fiscalías que el letrado no ha tenido tiempo de revisar en qué estadio están dichas averiguaciones, si hay pruebas o no y cuáles son, en el hipotético caso de que su colega suspendida, en verdad, haya continuado con la investigación para hallar al homicida que sigue libre. No solo eso, una fuente que conoce el manejo de los sumarios que hacía la titular anterior comentó que si hay algo al respecto de ese homicidio en ocasión de robo “debe ser un desastre”.
Una ausencia que se nota
Mafalda no está. Y sus vecinos lo notan todo el tiempo. La puerta de rejas de su departamento casi siempre estaba abierta. El ingreso principal del domicilio es una puerta de madera que no tiene mirilla. La gente comenta y lo ratificaron algunos testigos durante el juicio que ella era muy “confiada”. A veces dejaba la ventana abierta y cuando alguien tocaba a su puerta, como la abertura no contaba con el agujerito para espiar, ella directamente abría sin saber quién estaba del otro lado.
Siempre pensó que no le pasaría nada. Había vivido allí gran parte de su vida y nunca había sufrido un robo o algo que se le pareciera. Se sentía segura ahí, en su hogar. Así fue hasta el 4 de septiembre de 2023. El mediodía de ese lunes dos hombres que dijeron o, al menos, parecían ser trabajadores de la empresa Edesal tocaron a su puerta.
Minutos antes, esas dos personas habían abierto la caja metálica donde está el tablero eléctrico de ese monoblock. Los tableros del servicio eléctrico en ese barrio están ubicados al pie de las escaleras, a un costado de los pasillos y cualquiera puede acceder a ellos. Los hombres no pasaron inadvertidos, un par de vecinos los vieron.
Una mujer dijo que tenían unas cajas y una mochila y pensó que, por su indumentaria y lo que hacían, eran electricistas que trabajaban. Esa testigo contó que luego vio que uno de ellos se quedó ahí, como "controlando algo" y el otro "desapareció". Lo que habían hecho, en realidad, esos falsos técnicos fue dejar sin luz el departamento de Mafalda, ese que en la puerta tiene el número 247 e indica que allí vive la familia Colombo.
Una vez que cortaron la corriente de ese domicilio, uno de los hombres llamó a la puerta de la casa de la víctima. Ella abrió. Nunca quedó claro, ni siquiera en el juicio, si existió un diálogo previo entre la mujer y quienes resultaron ser, a la postre, sus verdugos. Lo que sí está comprobado es que uno de los delincuentes la tomó por la fuerza. Le taparon la boca, con las manos o con un brazo.
Aunque el fiscal de juicio, Néstor Lucero reconoció que la intención de los ladrones no era asesinarla, lo cierto es que, al final, la golpearon. Mafalda tenía moretones y pequeñas escoriaciones en la cara, los brazos y las manos, además de un poco de sangre en una fosa nasal y algunas uñas rotas.
Pero no murió a causa de esos golpes. Eso dijo Sandra Miatello, la forense que hizo la autopsia. La médica precisó que el motivo del deceso no fue traumático, sino que fue por un edema pulmonar, que es una afección producto de un exceso de líquidos en los pulmones. Tal edema pudo darse por una complicación cardíaca, como un infarto, una arritmia o motivos no clínicos incluso. Pero la tensión que sufrió al momento de ser tomada por sorpresa, a la fuerza, y ser reducida seguramente contribuyeron a que se desencadenara esa afección que resultó mortal.
Lucero remarcó, durante su alegato final, que ninguno de los asaltantes pensó en algún momento en parar. A pesar de que el cuerpo de Mafalda estaba tendido en el piso del comedor, no sabían si con vida o no, no se detuvieron. Revolvieron cada rincón de la casa hasta encontrar una botella de gaseosa, de medio litro, donde la víctima ahorraba dinero que era para regalarle a su nieto. En el envase había unos 50 mil pesos.
Las averiguaciones condujeron, a las pocas horas, a Páez y a otro sospechoso, Jorge Daniel Rivarola (eran cuñados). Algunos testimonios que indicaban que había estado en lo de Mafalda unos cinco días antes del asesinato, por los servicios de parapsicóloga que ofrecía la mujer, y algunos registros de las cámaras de vigilancia complicaban más a Páez que a Rivarola. En un principio, ambos fueron imputados por el asalto mortal, pero solo quien resultó condenado después fue enviado preventivamente al penal. Ya, desde un inicio, no había pruebas suficientes para endilgarle al otro hombre el “homicidio en ocasión de robo”, por eso fue liberado y dos meses antes del juicio, sobreseído.
Así, a mediados de agosto de 2024, solo Páez llegó a debate oral, acusado por un delito que podría valerle varios años tras las rejas. En el juicio no desperdició las oportunidades que tuvo para hablar. Aseguró que el mediodía del asalto, en el momento que mataron a la mujer, él estaba en otra punta de la ciudad, trabajando en la ampliación de una casa.
Dijo que, a media mañana, hizo un break para ir a comprar bizcochos y yerba a un supermercado y a una panadería. Pero, tras hacer esos mandados, siguió su trabajo de albañil. Al terminar, volvió a su casa. Especificó que ese lunes era el cumpleaños de una hermana que vive justamente en el barrio donde residía la víctima.
Páez admitió que cometió varios delitos en el pasado, pero cuando cumplió su condena en la cárcel de La Botija y recuperó la libertad su vida cambió por completo. "Yo acepto que cometí errores. Ya pagué y se me fue mucho tiempo de mi vida ahí adentro", manifestó. Aseguró que nunca creyó estar encerrado por algo que no hizo, como le sucedió con este caso.
"De haberlo cometido yo (al crimen), no estaríamos dando tantas vueltas. Me hubiera hecho cargo desde un principio, porque jamás podría vivir con mi conciencia tranquila después de haber hecho algo así", expresó. Y hasta se animó a decir cómo hubiera razonado y actuado él si hubiera sido uno de los delincuentes que atacaron a Mafalda. "Si yo hubiera estado dentro de esa casa, no me hacía falta cortar la luz", comentó.
En sus alegatos, el fiscal remarcó que el acusado jamás pudo acreditar que estuvo en su trabajo entre las 12 y las 13 del 4 de septiembre, en el lapso en el que le robaron a la mujer. Ni siquiera sus compañeros albañiles, con quienes refaccionaba una vivienda, pudieron confirmar que trabajaba en la obra a la hora del crimen.
Lucero dijo que quedó más que acreditado que el hombre participó del atraco. Indicó que quedó demostrado que no tuvo un rol secundario, sino que contó con el dominio del hecho y que, durante el juicio, hasta se dio el lujo de hacer "apología del delito" y "dar una masterclass" de cómo actuar en un delito de esa naturaleza. Pidió para Páez 16 años de cárcel.
Luego de escuchar el fallo, el abogado de la familia de la víctima en ese momento, dijo que la hija de Mafalda y el resto se sentían conformes con la condena, pero que no estaban del todo tranquilos. Manifestó que los parientes tenían miedo, porque sabían que el asalto fue ejecutado por dos ladrones y es, justamente, el que entró a la vivienda de la víctima y le causó la muerte quien aún seguía libre.