Sergio Alfieri, el cirujano que lo operó dos veces y lo acompañó hasta el final, narró cómo fueron los momentos previos a la muerte de Jorge Bergoglio. "Sentía que debía cerrar ciclos", dijo.
“Entré a la habitación y tenía los ojos abiertos. Intenté llamarlo, pero no contestó. Le di una caricia”. Así recuerda el cirujano italiano Sergio Alfieri los últimos momentos del papa Francisco, fallecido este lunes por la mañana en su residencia de Santa Marta.
En una emotiva entrevista con el Corriere della Sera, el médico —que lo trató durante años y lo operó en dos oportunidades— describió con detalle la despedida del pontífice argentino, a quien acompañó durante el proceso final de su vida, marcado por una larga y compleja convalecencia.
Un final esperado: "Sabía que se acercaba su hora"
Según Alfieri, Jorge Bergoglio era consciente de que se acercaba su fin. “En los últimos días, sentí que él quería cerrar ciertos ciclos, dejar todo en orden”, relató. El médico recordó que fue el enfermero personal del Papa, Massimiliano Strappetti, quien lo alertó a las 5:30 del lunes: “El Santo Padre está muy mal, tenemos que llevarlo al Gemelli”.
Sin embargo, el traslado nunca se concretó. “Cuando llegué, veinte minutos después, ya entendí que no había nada que hacer. Tenía los ojos abiertos, pero no respondía ni siquiera a estímulos dolorosos. Estaba en coma”, describió. Poco después, el Papa falleció a las 7:35 por un derrame cerebral que derivó en un colapso cardiorrespiratorio irreversible, según confirmó el Vaticano.
La voluntad del Papa: morir en casa
Para Alfieri, respetar el deseo de Francisco de morir en su hogar fue clave. “En el hospital Gemelli siempre decía que quería morir en casa. Hubiera sido cruel moverlo”, sostuvo. El médico permaneció a su lado junto a Strappetti, otros enfermeros y el círculo más íntimo del Papa. El cardenal Pietro Parolin les pidió rezar un rosario juntos, en lo que fue un momento de recogimiento profundo.
“Esa mañana le di una caricia como último saludo”, confesó el cirujano, visiblemente conmovido.
“Estoy muy bien”: su última charla
El último encuentro entre Alfieri y Francisco fue el sábado anterior, después del almuerzo, en vísperas de la Pascua. “Me dijo que se sentía muy bien, que había retomado el trabajo y que eso le hacía bien. Le llevé una pastafrola oscura, como le gustaba”, contó.
A pesar de la recomendación médica de hacer 60 días de reposo, el Papa decidió volver a sus actividades. Visitó la cárcel de Regina Coeli, la Basílica de Santa María la Mayor, y hasta aceptó salir a saludar a la multitud en la Plaza de San Pedro el domingo de Pascua.
“Volver a trabajar era parte de su terapia. No se expuso a peligros innecesarios”, explicó Alfieri. “El domingo también aceptó recorrer la plaza. Y diez días antes me pidió organizar una reunión con todos los que lo cuidaron. Le dije que eran más de 70 personas, que quizás era mejor esperar. Pero me respondió: ‘Los recibo el miércoles’”.
Una despedida con sentido
Para el médico, Francisco sentía que debía cerrar una etapa, como si supiera que su tiempo se acababa. “Hoy creo que él sabía. Estaba decidido a hacer todo lo que debía hacer antes de morir. Me siento un privilegiado de haber estado con él en ese momento”, concluyó Alfieri.
La figura de Francisco deja un vacío enorme, pero también un legado imborrable. Hasta el último día, fiel a su misión, quiso despedirse en paz, trabajando y rodeado de quienes más lo cuidaron.