Insiste que en tres meses puede bajar a menos de 4%. Por lo pronto, en febrero la inflación tampoco bajaría del rango de 5,5% a 6%, sobre todo tras la fuerte suba de la carne. La desaceleración de precios también tiene fuerte impacto sobre la política y la definición de candidaturas presidenciales.
El fuerte rebote de la inflación de enero ya estaba descontado hace semanas, pero el regreso al 6% mensual igual pegó duro. Se trató del segundo aumento consecutivo del índice, lo que representa un fuerte revés para la estrategia de Sergio Massa. Pero a pesar de este nuevo sinsabor, el ministro de Economía sigue sosteniendo que es factible cumplir con su objetivo, que es bajar a menos de 4% para abril.
Serán divisas que irán directamente al Tesoro, por lo que pueden utilizarse para seguir con la recompra de deuda. El monto superaría los USD 1.000 millones. Preocupación en el Gobierno por el dato de inflación de enero, que se conocerá el martes.
Lograr semejante desaceleración de precios luce casi como un milagro, aun en medio de la estrategia de Precios Justos, que consiste en controlar una innumerable cantidad de productos en forma cotidiana. En algunos casos, planteando congelamientos, y en otros con pautas de aumento mensual inferior al 3,2%. El relanzamiento del programa hace pocos días se apuró como reacción ante el nuevo repunte de precios, que incluso se aceleró en la última semana de enero.
En febrero será difícil ver resultados. El aumento del precio de la carne impactará de lleno en este mes, luego de pegar solo marginalmente en enero. Y también se registraron importantes subas en servicios regulados, como la energía. Por lo tanto, la apuesta oficial es que las medidas en curso y las que vengan se empiecen a notar a partir de marzo.
Cumplir la promesa de baja de la inflación tiene importantes derivaciones políticas. Para Massa podría ser la diferencia entre ser o no candidato a presidente por el Frente de Todos. Y para eso precisa resultados rápidos en materia inflacionaria, que hasta ahora no se le están dando. Por ahora, su mérito es haber impedido una “espiralización” con peligro de híper tras la salida de Martin Guzmán del ministerio de Economia. Pero la “desinflación” luce aún lejana.
La caída de la paridad de los títulos dificultará conseguir USD 1.000 millones de los bancos
Desde el ministerio de Economía se apuraron a explicar que este 6% no es una tendencia, sino un dato puntual que no debería repetirse en meses venideros. Entre las causas del rebote mencionan el ajuste de precios regulados, como el boleto de colectivo, tarifas de gas, agua, telefonía celular, Internet y medicina prepaga. Además, esgrimen razones estacionales típicas de enero, puntualmente vinculadas con la temporada de vacaciones. Por último, las heladas y sequías provocaron un fuerte salto en los precios de frutas y verduras.
“Esperamos que la tasa mensuales de inflación se acerquen a 3% y que la del año puedan rondar el 60%”, aseguraron. Desde Economía siguen hablando de “componentes inerciales” que dificultan una disminución, por lo que resulta necesario -según esta visión- trabajar sobre las expectativas inflacionarias. En otras palabras, convencer a la gente y a las empresas de que la inflación futura será más baja que la actual. Una tarea sumamente compleja, ya que viene sucediendo exactamente lo contrario: cada año la inflación supera la registrada el año anterior.
En el ministerio de Economía se esforzaron en explicar que el 6% de inflación de enero fue un salto puntual y no una tendencia de largo plazo. Por lo tanto, no habría que tomar medidas adicionales, como podría ser la suba de las tasas de interés por parte del Banco Central.
Massa aseguró que se vienen más medidas tanto macro como micro para seguir dando pelea. El set incluye medidas ortodoxas como seguir el camino de reducción gradual del déficit fiscal, pero al mismo tiempo opciones heterodoxas como los controles de precios.
Además, hay una intención de flexibilizar el acceso a las importaciones para aumentar la oferta de bienes. Claro que la escasez de divisas le pone fuertes límites a esta buena intención.
El exministro ya había alertado que en 2023 el saldo de divisas se deteriorará por la sequía y porque los giros del FMI ya no serán positivos. Según él, la inflación podría caer fuertemente recién en 2025.
Mantener cierta estabilidad cambiaria también es fundamental para que no se dispare aún más la inflación en los próximos meses. La posibilidad de una devaluación brusca del tipo de cambio oficial hoy parece lejana (antes se endurecería el cepo cambiario si es necesario), pero el riesgo de un aumento adicional de la brecha cambiaria sigue latente. Por eso, habrá anuncios de medidas relacionadas al fortalecimiento de las reservas, a pesar de la merma de dólares que provocará la sequía.
Claro que estos cálculos no tienen en cuenta un factor clave de este 2023: las elecciones presidenciales seguramente aumentarán la tendencia a la dolarización y por ende se reduciría la demanda de pesos. Este escenario, el más probable a partir del segundo cuatrimestre, también podría desatar otra nueva espiral inflacionaria, que echaría por tierra aquel objetivo de 60% para este año.