Famosa por sus ilustraciones de la Luna y los astros, María Clara Eimmart pasó a la historia como una de las primeras astrónomas de la historia.
Ilustraciones astronómicas de Maria Clara Eimmart.
Apodada como “la pintora de la Luna”, Maria Clara Eimmart es la personificación de la fusión entre arte y ciencia en la astronomía del siglo XVII. Bajo la influencia de su padre, Eimmart absorbió un gran conocimiento desde su infancia, especializándose en ilustraciones botánicas y astronómicas que retrataban fenómenos y objetos desde los ojos de Maria Clara con un detallismo no visto nunca hasta ese momento. Su obra más destacada, una colección de más de 250 dibujos rigurosos de las fases lunares, no solo cautivó por su gran estética y atractivo, sino que también sentó las bases para un nuevo mapa lunar, ofreciendo una comprensión sin precedentes de la topografía lunar.
UNA ALUMNA MULTIDISCIPLINAR
Maria Clara Eimmart, nacida en 1676 en Núremberg, en Alemania, fue una figura clave en la intersección entre astronomía y arte. Desde pequeña, sufrió una gran influencia por parte de su entorno familiar, especialmente por su padre, el pintor, grabador y astrónomo Georg Christoph Eimmart. Junto a esta figura paterna, un hombre delicado y diligente en sus observaciones, el dúo canalizó sus ingresos hacia la adquisición de instrumentos astronómicos, hasta el punto de fundar un observatorio privado en las murallas de la ciudad.
El carácter y la sabiduría de su padre fue crucial en la formación de Maria Clara, quien absorbió un amplio conocimiento tanto en las bellas artes como en las ciencias. Desde una edad temprana, la pequeña se sumergió en el estudio del francés, latín, matemáticas y dibujo, además de adquirir un profundo conocimiento de astronomía. Este ambiente consiguió allanar el camino para su futura especialización en ilustraciones botánicas y astronómicas, disciplinas en las que demostraría un talento excepcional.
LA ILUSTRADORA DE LA LUNA
De hecho, una de las contribuciones más destacadas de esta científica al campo de la astronomía tiene como epicentro sus meticulosas ilustraciones de la Luna. Entre los años 1963 y 1968, Eimmart llevó a cabo un proyecto monumental, creando más de 350 dibujos que capturaban las diversas fases del satélite. Estas obras maestras, realizadas en un papel azul característico y elaboradas a partir de observaciones telescópicas, conformaron una brillante colección conocida como Micrographia stellarum fases lunae ultra 300.
La precisión y el detalle de estas ilustraciones fueron notables, superando con creces a todas las representaciones astronómicas de su tiempo. Así, su obra no era solo estéticamente bella y atractiva a la vista, sino que también proporcionaba un registro científico invaluable de la Luna. De hecho, estas imágenes no quedaron restringidas a la esfera privada y familiar de Maria Clara, sino que ella donó doce de ellas al conde Marsili, un colaborador científico de su padre. Además, un número significativo de las ilustraciones se conservan en Bolonia, junto con algunos dibujos adicionales sobre papel marrón.
No obstante, la contribución de Eimmart no se limitó a la mera representación visual de la Luna: sus dibujos sirvieron como base para la elaboración de un nuevo mapa lunar. Su minucioso y detallado trabajo allanó el camino para una comprensión más profunda y precisa de la topografía lunar, ayudando a los astrónomos de su época a cartografiar y comprender mejor las condiciones de nuestro satélite natural.
OTRO EFECTO MATILDA
Sin embargo, al igual que para muchas científicas de su época - y lamentablemente también para la mayoría de las que se sucedieron a lo largo de los siglos posteriores - la vida y obra de Maria Clara Eimmart está impregnada de un fenómeno que ha marcado la historia de numerosas mujeres en la ciencia: el “Efecto Matilda”. A pesar de su notable contribución al campo de la astronomía y el arte, Eimmart se vio relegada a menudo a un papel secundario, eclipsada por la figura de su esposo, Johann Heinrich Muller, y su propio padre.
Así, el matrimonio de Eimmart con Muller no solo la unió a la familia de su marido, sino que también la situóen una posición de aprendizaje bajo la tutela de su esposo y director del observatorio Eimmart, construido por la científica en colaboración con su padre. Aquí, aunque continuó trabajando como astrónoma, su labor se vio frecuentemente minimizada como la de una mera ayudante o colaboradora.
De hecho, hay sospechas de que Eimmart fue autora también de la obra Ichnographia nova contemplationum de sole, publicada bajo el nombre de su padre en el año 1701.Este patrón, comúnmente observado en la historia de las mujeres en la ciencia, refleja elsesgo de género arraigado en la sociedad, donde las contribuciones de las mujeres son subestimadas o atribuidas erróneamente a sus colegas masculinos.