El ceibo, también conocido como seibó o bucaré, es la flor nacional argentina. Y este miércoles celebra su día. Una oportunidad para conocer más sobre esta especie, cuyo nacimiento está rodeado de leyendas, y que también es reclamada como flor nacional de otro país de América latina.
El ceibo no es solo una flor. Es un árbol autóctono argentino que, cada año, entre noviembre y febrero, florece con sus características flores rojas. En Argentina, crece en las orillas del Paraná y del Río de la Plata, ya que encuentra condiciones propicias en ambientes húmedos, como ríos, lagunas, esteros y pantanos. Pero puede encontrarse en otros territorios de América latina, como en Brasil, Uruguay (donde también fue declarado como flor nacional) y Paraguay.
El nombre genérico del ceibo es Erythrina crista-galli. Por un lado, “Erythros” significa rojo en griego, mientras que “crista-galli” hace referencia a la similitud de la flor con la cresta del gallo. Su flor tiene pequeños pétalos llamados alas, pero que están mayormente escondidos dentro del cádiz.
El árbol del ceibo puede alcanzar gran altura, ya que llega, en algunas ocasiones, a los 20 metros. Y si bien tiene un tronco robusto y corteza resistente, su madera amarillenta resulta bastante blanda en comparación a la de otras especies, y por eso se usa para la fabricación de ciertos artículos, como el bombo leguero.
Cada 22 de noviembre se conmemora el Día de la Flor Nacional, el ceibo, declarada como símbolo nacional a partir de un Decreto del Poder Ejecutivo Nacional en el año 1942, luego de un complejo proceso que incluyó encuestas en los medios para conocer cuál era la flor nacional para los argentinos y la conformación de comisiones de especialistas en el tema.
Asimismo, hay una leyenda que siempre aparece al nombrar a esta planta autóctona, la de una joven indígena que se escapó del fuego convirtiéndose en un árbol de ceibo.
La leyenda en torno al origen del ceibo
Según cuenta la tradición oral, en las riberas del Río Paraná habitaba una joven indígena llamada Anahí, quien en las tardes veraniegas se dedicaba a deleitar a su comunidad con bailes y canciones inspiradas en sus dioses y en su tierra. Al llegar los conquistadores al actual territorio americano, Anahí fue apresada y mantenida cautiva junto a otros indígenas.
Una noche, Anahí logró escapar de su prisión, pero, al hacerlo, uno de los guardias se despertó. Esto terminó en un enfrentamiento, en el que el guardia terminó muerto luego de que la joven le hundiera un puñal en el pecho. Por esta acción, los conquistadores castigaron a Anahí y la condenaron a la muerte en la hoguera.
Los españoles ataron a Anahí a un árbol y prendieron el fuego, pero las llamas parecían no querer llegar a ella. Mientras la joven sufría en silencio, el fuego finalmente la alcanzó, y fue convirtiéndose en una con el árbol mientras las llamas avanzaban.
A la mañana siguiente, los conquistadores se llevaron una gran sorpresa, en el lugar en el que habían atado a Anahí encontraron un árbol de hojas verdes y flores rojas carmesí. En ese sentido, el origen del ceibo se considera símbolo de valentía y fortaleza.