Boca es una tromba y Boca se arrastra. En el mismo partido, de un momento a otro, cambia de rol como Doctor Jekyll y Míster Hyde. A veces ataca, avasalla, se hace dueño y señor del trámite. Pero en un abrir y cerrar de ojos se confunde, cede terreno, comete errores tontos, parece que lo pierde solo. Anoche le sobró jerarquía para ganarlo, inclusive por más goles, pero durante el partido ofrece tantos desniveles en el rendimiento que da para pensar para qué esta el equipo
El jogo bonito duró 20 minutos. Fue el tiempo en el que Boca encontró los espacios entrelíneas de un Barracas demasiado cerca de Desábato, demasiado pasivo en su rol de partenaire. En ese lapso, el equipo jugó como a Almirón le gusta, con triangulaciones desde el orden de Campuzano, la precisión de Medina y Pol, las ganas de Merentiel, la calidad de Pipa. Fue, en parte, una ilusión óptica, no porque Boca jugara mal, sino porque el Guapo se lo permitió. En ese lapso, apenas un pase profundo de Medina a la Bestia, que atacó bien el espacio, Desábato salió apurado y mal, y casi lo encuentra libre a Benedetto.
La historia cambió cuando el Huevo mandó al equipo 20 metros más adelante. Puso a Peinipil y a Insúa en la mitad de la cancha, y ahí armó una muralla de choque y presión y se terminó el juego de Boca. De hecho, fue el Guapo el que fue a fondo y generó tres o cuatro chances claras, producto de las terribles dificultades que tuvo el equipo de Almirón para hacer pie desde la salida. Figal, muy incómodo de segundo central, se hizo un nudo por el perfil cambiado, Valdez también se complicó, a Boca se le borró el mediocampo y fue ahí donde Barracas pudo, y quizá debió, haberse puesto en ventaja. Se lo impidió alguna falta de precisión y un par de salvadas de Chiquito Romero, cuándo no.
Entonces, ¿cómo hizo Boca para ganarlo así? Básicamente, con jerarquía individual, en esa contra que habría que poner en el manual, que nació de un pique de Pipa por derecha, el centro perfecto a Merentiel, el uruguayo que la mató con calidad y Medina definió despintando el ángulo de Desábato.
Fue un mazazo para Barracas que, aunque tuvo el entretiempo para acomodarse, se derrumbó en pocos minutos, en parte también porque Boca ganó confianza y mejoró en la circulación de pelota. Mucho más después del golazo de Merentiel, después de otro acierto de Benedetto en el armado, otro jugadón de Medina, que dejó solo al uruguayo para un 2-0 que pareció definitivo.
Sólo pareció, porque otra vez los espejismos se hicieoron presentes en el camino de Boca. Cuando lo tenía para golear, despertó el Guapo, un poco por los cambios de Rondina (Domínguez para tener más área, Puig para tener más gambeta) y con dos sopapos cambió la onda otra vez. Antes y después del tremendo descuento de Puig (Advíncula regaló un lateral y Campuzano la pedió en la salida), Domínguez tuvo el gol dos veces, en sendos cabezazos que tapó Romero, a esa altura una de las razones fundamentales del triunfo de Boca.
Almiró cortó la sangría yéndolo a buscar, en lo que fue su mejor decisión de la noche. Sobre todo con Zeballos, él sólo pudo haber goleado al Guapo.