Es una de las figuras del nuevo programa de El Trece, ¿De qué signo sos? Enamorado de la vida, del arte y del amor, se define como mucho más que un diseñador. Sin límites ni limitantes, se prepara para lanzar su próximo proyecto y sorprender a sus seguidores. Una entrevista a pura expansión
Atraviesa un presente que no hubiera imaginado. Con una mirada que ilumina y vestido completamente de azul, llega a la locación de la entrevista con Teleshow tomando un café. Y portando un entusiasmo que contagia: Jorge Rey se encuentran en plena transformación y crecimiento.
Siempre le gustó ser independiente: con solo 9 años, vendía sus propias pulseritas. Se crio con su abuela postiza y no le gustan las limitaciones. Enamorado del arte y sobre todo de la autenticidad, el diseñador confiesa tener una vida muy organizada, y hoy incluye en esa rutina la diversión necesaria para vivir en plenitud.
En esta charla profunda, Rey cuenta de qué manera logró tener su primer atelier siendo tan joven. Además, cómo fueron los procesos y los cambios que se animó enfrentar. También habla de la sexualidad y cuál fue la decisión que más le costó tomar. Y confiesa que apuesta a formar una familia y tener hijos. “Cuando ves que alguien está muy bien, no es tanto una cuestión física sino que es una cuestión más energética”, dice el diseñador que busca la excelencia y que afirma, respecto a la moda, que nos estamos en un momento histórico.
—¿En qué momento de su vida se encuentra?
—En un momento de transformación, de cambio. No soy el mismo de ayer, y me encanta. Me encanta esta cuestión de ir mutando, de ser versátil, de transformarme, de jugar, de divertirme. Creo que a partir de ahora siempre voy a estar en cambio y en transformación. Encontré esa habilidad dentro mío, y me divierte mucho.
—Para los que no lo conocen como diseñador. ¿Cuándo supo que era lo que quería ser?
—No sé qué quiero ser.
—Bueno, por ahora es diseñador, ¿o no?
—Soy mucho más.
—¿Quién es, en totalidad? Perdón, yo lo limité.
—Odio las limitaciones.
—Error mío.
—No, no, no. Todo bien. Pero está buenísimo, porque viste que a la gente le encanta limitar al otro. En un cierto punto soy conocido por ser diseñador, pero en general soy un humano y hago un montón de cosas más que diseñar. Qué increíble: cuánta gente limitada hay o que se limita en su manera de pensar, que se encuadra en una sola cosa y se queda en eso. Qué mejor que expandirse y decidir tomar nuevos horizontes, aceptar el riesgo, enfrentarse, atravesar la oscuridad e iluminarse, y no limitarse con lo que fue, con lo que pasó, sino ir hacia nuevos horizontes y expandirse.
—¿Cómo fue su infancia?
—Soy de Santa Fe, de Rufino, de la llanura pampeana, donde no hay nada. Es como un metaverso donde no queda otra que crear, hacer. Yo siempre me enfoqué mucho en ser, en crear. Pasé música, hice tarjetas, organicé eventos. Después empecé a estudiar corte y confección. Hice comedia musical. Hice canto. Hice baile. Siempre fui una persona muy proactiva, que en un solo punto se limitó: la orientación sexual, que hoy ni siquiera sé cuál es. Soy tan libre que no sé cuál es mi orientación sexual. El arte es eso que para mí, en mi concepción, es algo que no puedo explicar con palabras, sino que es más fácil mostrártelo. Porque es algo que uno atraviesa y procesa, y cada uno lo procesa distinto en las circunstancias de la vida.
—Dice que ni siquiera sabe cuál es su orientación sexual. ¿Es así?
—Como todo va transformándose, hoy estoy tan focalizado en sentir y en permitirme ser más que antes, y no etiquetarme, no limitarme, que el otro tampoco me limite ni me etiquete. Entonces, vivo mucho más fluido, más sincero conmigo, con las decisiones que tomo, y parte de eso también es decir “no sé”.
—Sobre lo que me decía del arte, ¿en qué momento pudo mostrarlo?
—Cuando hice diseño gráfico. Tenía 14 años y empecé haciendo tarjetas para cumpleaños de 15. Siempre me gustó ser independiente. Siempre me gustó ir por más. Y voy por más. Me gusta esto de crear, de los equipos de trabajo, de la unión, de lo colectivo, de las relaciones humanas. Y esto de poder crear y hacer algo y, tal vez, comercializarlo.
—¿A los 14 años ya comercializaba tarjetas de 15?
—Sí, obvio. Cuando era chiquito vendía pulseritas que hacíamos en el barrio. Tenía tipo nueve años.
—¿Usted quería ganar plata de muy joven?
—Yo quería, no sé... hacer algo. Siempre fui una persona de hacer. Capaz que venís a mi casa y tengo 50 hojas arriba de la mesa y estuve escribiendo, estuve pensando ideas. Tengo muchas carpetas con ideas guardadas. Soy amante de la escritura. Todo lo que pienso lo escribo y lo bajo a un papel para no olvidármelo. Pero algunas cosas no las puedo bajar porque son como inoportunas. Soy como bastante proactivo en ese sentido de la creatividad. Soy demasiado mental, tengo muchos croquis mentales armados de rutinas, que las uso para poder agilizar mi mente, como que mi cerebro está organizado.
—¿Cómo son sus rutinas?
—Me levanto, me visto, después voy a entrenar. Después, como mi proteína. Después me baño, me cambio, me pongo mis cremas, me perfumo. Amo los perfumes; el momento perfume es importantísimo. Después voy al atelier. Ahora bueno, estoy trabajando en El Trece, en Signos. Así que también después del atelier, que estoy dos horas y media, tres, me voy a grabar, a preparar con pelo y make-up. Y luego de eso voy para el atelier tal vez una hora o dos. No sé cómo me da el día pero a veces lo hago posible. Y después me voy a mis ensayos, que más o menos terminan once y media de la noche.
—Está todo cronometrado.
—Sí. Por eso es que me gusta mucho esto de poder llegar puntual. Cuando llego tarde me agarra como ansiedad, porque sé que hay gente que pierde su tiempo y a mí no me gusta perder mi tiempo, entonces trato de tener esa prudencia con el tiempo del otro porque es súper importante.
—¿Cómo llegó a vivir a Buenos Aires y a tener su propio atelier siendo tan joven?
—Soy muy joven, sí. Hoy hablábamos de eso justamente: la edad a veces es un número. Yo llegué cuando tenía 18 años a estudiar Diseño de Indumentaria. Después me di cuenta de que no me hacía muy feliz estudiar las materias prácticas porque yo ya cosía, hacía un montón de cosas. Dejé de estudiar y e hice mi primer desfile, y después dije: “Voy a abrir mi atelier”. Tenía plata ahorrada y que sea lo que Dios quiera... Me encomendé y sucedió. Y se fue dando todo. Parece que tanto trabajo al final tuvo sus frutos. Tantas veces que me desvelé, tantas veces que lloré porque algo no me salía, tantas veces que le pedí al universo que las cosas se dieran y creí en que yo lo podía hacer…
—Cuando dice muchas veces lloré, ¿se acuerda por qué?
—Por muchas cosas. Soy una persona demasiado sensible y me encanta porque entendí, con el tiempo, que la sensibilidad es parte del arte, es parte de lo no tangible. Hoy lo manejo un poco más pero soy muy sensible y me encanta esa parte mía, como te digo de los aromas, esas cosas simples tal vez pero que para mí son muy importantes. Tener una buena compañía. La educación de saludar al otro. Esas cosas me gustan mucho. A veces el éxito se encuentra en los detalles y eso es muy lindo también tenerlo presente.
—¿Cómo fue su infancia?
—Muy linda, muy divertida. Viví dos años en el campo y después me fui a vivir a Rufino a un departamento donde me crie junto con mi abuela postiza, que la adoro. Ella nos cuidaba, nos hacía masas para jugar y siempre esto de la creatividad, de hacer un show, de divertirnos, de pintar. Una vida muy artística, muy de hacer cosas y de crear, y de sacar de la mente a la realidad lo que uno tenía. Obviamente que con el tiempo se fue perfeccionando todo.
—En una entrevista escuché que de niño fue gordo.
—Sí, llegué a pesar más de 130 kilos.
—¿Y cómo logró bajar de peso? ¿Le costó mucho?
—Fue un trabajo, como te digo, de expansión de adentro hacia afuera. De sanación. De pensar hacia dónde voy, qué quiero, cómo me quiero sentir. No fue fácil y no es fácil, porque el tema de la obesidad es complicado y a mí me costó muchísimo, pero lo superé y lo trabajo. Y está bueno poder creer que se puede cambiar la realidad de uno. Yo creo que uno es creador de su propia realidad, con las acciones, con lo que hace, con cómo va eligiendo. Primero se forjó adentro y hoy la podés ver hacia afuera.
—Como diseñador le toca trabajar, obviamente, con cuerpos. ¿Cómo se maneja con ellos y con los complejos de las personas?
—Escuchando. Escuchar es muy importante en mi trabajo. Entendiendo que al otro le pasaron cosas que a uno no le pasaron. Y después, aconsejando desde un lado súper sincero y subjetivo de lo que yo veo sobre vos. No hay cuerpos perfectos, insisto; solamente hay que buscar la manera de embellecer. Uno de mis trabajos es embellecer, resaltar las cualidades más lindas de cualquier mujer. Cualquier humano en realidad, ni siquiera mujer, porque yo en mi atelier atiendo a todes. Y me encanta que así sea. Entonces siempre buscamos la manera de resaltar las mejores características de ese humano.
—¿Cómo arma sus colecciones y cómo elige a las modelos?
—Me gusta trabajar con la excelencia. Que las cosas que sean bien organizadas, pensadas.
—¿Cuáles son los puntos clave para lograr la excelencia?
—Organización, primero que nada. Son casi siempre cinco meses de preparación, depende las colecciones. Hay colecciones que son bordadas a mano enteramente y llevan su tiempo. Y después, con las modelos, vamos viendo. Viste que yo voy conociendo gente. Ahora hace mucho tiempo que no hacemos un desfile desde la marca propia, donde podamos tomar la decisión. Hemos estado participando de algunos otros eventos donde todo ya está prearmado por una producción que no es la de la marca. Pero estamos trabajando ahora en algo nuevo que se viene y ahí sí me agarra la ansiedad. Me parece que a veces, cuando estás creando, hay ideas superadoras a otras y el trabajo del director creativo es decir “bueno, a ver, ¿qué se acerca más al concepto de lo que queremos contar?”. Es un todo, y me manejo así en mis colecciones como en todo.
—¿Qué lugar ocupa la moda hoy en las personas?
—Creo que la moda ocupa un rol bastante importante en la sociedad. Ya lo vamos a ir desglosando con el tiempo y lo van a poder ir viendo. Estamos en un momento histórico.
—¿Con que look se lleva mejor?
—Soy muy fan del monocromo o el empaletado. Me encanta. Por eso me vine todo de azul a la entrevista… Me parece resolutivo, me parece práctico, me parece súper canchero. Puede ser en color crema, blanco, distintas texturas. Después, también, es muy subjetivo: si a vos te gusta mezclar los colores, genial. Como que hay una movida ahora de: “Hacé lo que se te cante. Disfrutá. Viví”. Porque estuvimos tanto tiempo encerrados, tanto miedo que nos metieron, tantas cosas... ¿y qué pasó? De pronto, se olvidaron.
—¿Aprendió algo de la pandemia?
—Aprendí tantas cosas. Creo que aprendí lo que es el amor. Aprendí la importancia de compartir el tiempo con buena gente. Aprendí a conocerme. Aprendí a estar solo. Y muchas cosas más que no te las voy a contar todavía.
—Habló del amor. ¿Cómo es en el amor?
—Soy un romántico. Me encanta el amor. Yo soy como un osito fiu-fiu. Me encanta. Me entrego. Me gusta. Me gusta sentirme amado. Me gusta amar. Amo a mis amigos, a mis amigas, a mis amigues, a todes, a mi familia. A mis perros queridos.
—¿Sufrió por amor?
—Sí. No me gusta sufrir por amor pero bueno, me tocó sufrir, qué le vamos a hacer.
—¿Le gustaría formar una familia?
—Me encantaría casarme. Quiero tener mis hijos, mi familia. Sí, soy en ese sentido romántico, me gusta el tema de la familia, de los niños, de los perros, de la casa.
—¿Más adelante o en breve?
—Cuando lo sienta y cuando lo pueda compartir con otro humano y se den las cosas. Viste que a veces el universo es como exacto, te pone las cosas en el momento que te las tiene que poner y por algo sucede. Para mí todo se da cuando se tiene que dar.
—Hoy ¿cuál es su situación sentimental?
—Estoy enamoradísimo del arte. Hace un año y medio que estoy haciendo arte, arte, arte. Y no veo la hora de poder mostrarlo.
—Queremos verlo.
—Ya, ya, ya, dentro de poco. Dame tiempo, todavía son todos procesos como te digo y los estoy transitando muy feliz, trabajando con rutinas, organizándome. Pero sí, estoy muy enamorado del arte y, sobre todo, de la vida. Estoy enamorado de la vida. Creo que encontré en la rutina esa chispa de diversión. Porque me pasó en un momento que decía: “Oh, Dios, esto no para de girar”. Así que ahora encontré la forma de poder darle un poco de energía, de diversión. Entonces, tal vez, me ves por la calle caminando con la música y te voy bailando un poco, me voy divirtiendo. Dejé de lado el estrés ese de la rutina y de agobiarme por todo, que tal vez era propio de la edad, pero eran muchas responsabilidades. Encontré la manera de poder reírme en la vida, de divertirme en el hacer.
—¿En algún momento sintió que su vida se le iba de las manos?
—Sí, obvio. Sería como un superhéroe si dijera que no tuve miedo.
—¿Qué fue lo más difícil que le costó afrontar?
—Fue volver a Buenos Aires y decir: “Okey, estoy solo, tengo que vestir a Juana Viale. Tengo que coser hasta la hora que sea y lo tengo que hacer”. Y me enfrenté a eso… Pero lo hice feliz, como siempre, y con mucho amor. Yo creo que el amor todo lo puede: si uno le pone el amor, el trabajo y las ganas, las cosas salen. Mi manera de trabajar es con amor y dándolo todo por más que a veces me haya pasado de decir odio, no para de girar, odio, qué hago acá. Y te digo: miles de veces tuve miedo…
—¿Miedo a qué?
—Miedo. Uno tiene un montón de miedos. A que te salga mal, a fracasar, a que te insulten en las redes sociales. La gente celebra la libertad, pero ven a una persona libre y la juzgan. Entonces, ¿en qué quedamos?
—¿Le afectan las críticas?
—Hoy ya no. Antes sí me afectaba porque pensá que yo era chico. En ese momento me molestaba que hablaran de si me ponía o no me ponía algo, si era muy afeminado o no. Hoy ya siento que puedo ser todo y que lo que diga el resto, dos besitos, porque yo estoy siendo muy feliz y me estoy divirtiendo.
—Hablando de libertad, ¿cómo se adaptaron sus padres a su transformación?
—Al principio les costó. Viste que todo cambio siempre es medio difícil. Pero después, no.
—¿Habló con ellos?
—Primero lo hablé con mi mamá y después con mi papá. Mis papás me dicen: “Vos sé feliz y no des tantas explicaciones. No hay que dar tantas explicaciones a veces”. O sea, yo soy esto y vos sos eso, y vos sos humano y yo soy otro humano, y los dos tenemos los mismos derechos, las mismas responsabilidades, los mismos deberes como ciudadanos y como humanos. Entonces lo que vos hagas de tu imagen, de tu vida, de tu hacer, si a mí no me interfiere ni me daña yo no te puedo decir nada.
—Está en la tele ahora, ¿le gusta la experiencia?
—Sí, estamos haciendo un programa hermoso que lo conduce Lali González, que se llama De qué signo sos, en El Trece, que sale a las 14:30 y está re bueno porque van personas a buscar parejas. Después están los cuatro elementos del zodíaco representados por tres famosos cada uno. El otro día me emocioné. Había una mujer de 70 años que había enviudado hacía tres años y fue al programa porque quería volver a casarse, y creía en el amor. Yo soy agua, soy escorpio, y estaba en mi elemento, porque amo el amor, me encanta. Y le dije: ”Si te llegás a casar te juro que te hago el vestido”. Así que bueno, tendré que verlo. Me encanta el programa porque es súper ameno, súper divertido, es algo distinto y la gente va a enamorarse, y creo que poder comunicar algo de amor hoy en día y mostrar el amor para mí es importantísimo.
—Como ciudadano ¿cómo ve al país?
—Estoy un poco triste.
—¿Por qué triste? ¿Por el Gobierno que tenemos, porque no le alcanza la plata?
—Por una cuestión más humana. La verdad que me sensibiliza mucho, muchísimo. No sé qué va a pasar... Eso me lo pregunto siempre, lo hablo un montón con amigos y lo noto, lo veo. Hay algo, no sé, hay algo que viene que es como, no sé qué es...
—¿Qué opina de los políticos actuales, del Presidente, de la política en general?
—Nada. Están ahí porque los eligió la mayoría del pueblo y eso está buenísimo, que vivamos en democracia.
—¿Cuál fue la decisión más difícil que le tocó tomar en la vida?
—Decidir si seguir con la comedia musical el año pasado, mientras mi abuela estaba pasando una enfermedad terminal. Fue muy difícil ese momento decidir si me quedaba en Buenos Aires, porque tenía función viernes, sábado y domingo, o me volvía. Fue una decisión que la tuve que tomar solo, mi madre lo único que me dijo fue que yo tenía que seguir haciendo lo mío porque hay verdades ineludibles de la vida y que todo tiene un fin también. Pero fue una decisión bastante complicada.
—Para terminar, vamos a jugar un juego. Le regalo una caja con todas las cosas que perdió en este tiempo y puede, por un minuto, recuperar una sola cosa, ¿qué sería?
—Un abrazo de mi abuela.
—¿Cómo se llamaba su abuela?
—René.
—¿Hay algo que le faltó decirle a René?
—No, no, le dije todo. Siempre fuimos los dos muy de decirnos todo. ¿Sabés qué me pasa? A veces llego a mi casa y digo: ”Ay, la voy a llamar”. Y no la puedo llamar. Yo la llamaba cada dos días, cada tres. Y no. Eso es cuando te das ahí con la pared y decís: “¡Fuck, maldita sea!”.