La historia de Chio tiene mucho de dolor y tristeza, pero también de resiliencia, superación y amor. Es difícil elegir por dónde empezar a contar. El final: hoy Fabricio Cagnin tiene 34 años, formó una familia -con Brenda son papás de Delfina de nueve y Lucía de cinco años- y acaba de lanzarse a la música. Pero este final (o mejor llamarlo “presente feliz”), no lo sería sin antes una extensa película. A sus ocho sobrevivió al accidente de tránsito en el que murieron su mamá, su abuela y su hermana tres años mayor. Desde ese momento ese nene quedó apagado y recién luego de muchos años y con amor -palabra que repite constantemente a lo largo de la entrevista- lo pudo recuperar y volver a abrazar.
Fabricio, eligió volver a ser Chio, como le decía su mamá de niño (”me decía Fabrichio y ahí quedó”). Su historia se contó cientos de veces en diarios, televisión y hasta en cine, pero nunca por boca de él. Su mamá, es nada más ni nada menos que Miriam Bianchi, conocida popularmente como Gilda, la cantante de cumbia fallecida el 7 de septiembre de 1996 cuando el micro en el que viajaba a un show en Entre Ríos chocó, convirtiéndola en mito. Además de ella, partieron Tita su abuela y su hermana Mariel tres años mayor, tres sus músicos (Raúl Larrosa, el guitarrista y compositor Enrique Tolosa y el bajista Gustavo Babini), y el chofer.
“Valió la espera en la tormenta. Valió el palazo en la cabeza. Valió mirar adelante. Valió bancar tanta mierda. Entre dormido caí al vacío. Sentí el rocío entre mi piel. Dolor y frío, la oscuridad. Juntó a los gritos, los silencios. Yo me embarré, te vi partir. Crují por dentro y no volví. Crují, por dentro y no volví”, canta en “Crují” el primer corte de su disco Estamos vivos. La canción, que la fue escribiendo en varias partes, en varios años, grafica el día en que su vida cambió para siempre, pero también recalca: “Y hoy al destino puedo cantar, en nuestros cuerpos espera un final, a nuestras almas, perpetuidad, tomo tus manos y me echo a volar. Que aunque las puertas se cierren, nunca dejen que les corten las alas... Vuelen, vuelen alto, que se llega, se llega...”.
“Chio me llamaban de chico en casa, hoy en día me acompaña ese apodo que solté después de todo lo que viví, hoy lo llevo conmigo y lo abrazo”, dijo y explicó: “Cuesta lo vivido también y hay que aprender a convivir con eso. A mí me llevó mucho tiempo, es un proceso muy largo, pero hoy te puedo decir que que estoy muy feliz de llevarlo conmigo”, dijo en una charla con Teleshow. En ese proceso, de convertirse rápido en adulto por las circunstancias de la vida, tuvo que aprender a reencontrarse con el niño que fue, y en ese camino, está también su reencuentro con la música.
Tenía 8 años cuando sobrevivió al accidente en el que murió su mamá: Fabricio, el hijo de Gilda, se lanza como cantante
Desde el primero al último tema de su disco refleja “un proceso de sanación”: “Es poder agarrar esos pedacitos que tenía alrededor que eran parte de mí, juntarlos, abrazarlos y con amorosidad, crear esto que pude hacer que es hermoso”. El 23 de noviembre Chio, quien asume su historia pero jamás se presenta como “el hijo de Gilda”, presentará su trabajo en Rondeman en el barrio de Balvanera: “Es entrar a mi vida y todos sufrimos pérdidas, dolores propios y ajenos y el disco puede ser un gran compañero, da esperanza, es un mensaje, una transición porque las cosas uno no las puede cambiar de un día para el otro”.
Chio: “Me distancié de la música y recién hoy puedo abrazar a mi niño de 8 años”
—¿Por qué ahora el disco y no antes? ¿Cómo sentiste cuál era el momento?
—Fue muy difícil o habría sido muy difícil hacerlo hace unos años porque no estaba listo, siempre uno al tener una madre tan importante, Gilda, y admirable, esta con ese miedo ‘uh, pero qué van a pensar, que me cuelgo de ella, que no es genuino, que hay interés’, y no, no hay intereses, este disco es parte de mí y de mi proceso. Hay muchas estrofas de diferentes canciones que vienen de hace tiempo, por ejemplo “Crují” es el que mas me costó hacer y cantar porque lo compuse y lloraba, fue cuando nació Delfi la primera estrofa.
—¿La cuarentena influyó?
—Sí, venía componiendo y escribiendo y pensaba ‘¿se va todo al tacho y me voy a quedar con ganas de esto por miedo a juicio de los demás?’ Yo no soy responsable de los juicios ajenos, cada uno tiene su pensamiento.
—Y todo fue tan genuino, que nadie lo cuestionó...
—No, y fue hermoso, nadie me pidió que haga cumbia, los fans me abrazaron con amor, entendieron mi historia, me hicieron parte de ellos y fue mágico para mí.
—Y sirvió para entender todo lo que dejó atrás ella también con su partida, además de la cantante...y que se pensara en quienes como vos o tu papá quedaron acá.
—Se generó sin querer que la gente me conozca más, que se identifique porque un guardián todos tenemos y crujir, crujimos todos tarde o temprano nos va a pasar que nos pase algo que no querían.
Foto familiar de Fabricio, captura de un fragmento de su clip "Un guardián"
Él definió su trabajo como “un disco de amor” y explicó que la pérdida “duele” pero “deja el amor”. En ese sentido destacó que el amor propio fue uno de los pilares fundamentales para estar hoy en pie, además de su pareja Brenda y su papá, Raúl Cagnin, a quien definió como “un guardián” y a quien le hizo un tema. Es que desde el trágico accidente quedaron solos, apoyándose el uno con el otro. Y con sus temas, Chio muestra el otro lado de la historia, del que muy pocas veces se habló, el de las personas más allá de la ídola y cantante: un hijo se quedó si su mamá, hermana y suegra y un hombre perdió a su hija.
“Mi viejo un guardián como pueden tener muchos, puede ser un amigo, un abuelo, abuela, una tía, una hermana y en mi caso fue mi papá que así como estaba roto supo a pesar de ese dolor inmenso que tiene y tuvo, darme prioridad, espacio estar conmigo y creo que fue una figura de apego muy importante y un eslabón que no puede faltarme. Después del 7 de septiembre del ‘96 cambió todo radicalmente, para mí, para él, para toda la familia. Tuve que verlo y acompañarlo en sus etapas cuando no podía ocultar el dolor y yo lo intuía y lo veía, nos abrazábamos y una vez que fui padre entendí ese dolor que vivó que fue la pérdida de mi hermana Mariel y ahí para mí se recibió de ídolo, es enorme mi papá, igual que mi mamá. Alguien puede decir ‘qué vida dura’, pero creo que aprendes a verla desde una manera amorosa y todo se transforma”, dijo.
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Luego del accidente, ambos se fueron a vivir a lo de su abuelo paterno, Chochi, un escobero que tenía su fábrica abajo de la casa a quien recuerda “un tipo duro de pocas palabras” pero que se dejaba ablandar por su nieto. “Me subía encima y le decía ‘te amo’, él nos abrió las puertas de su casa”, y murió cuando Chio tenía 15 lo q que fue “otra pérdida importante”: “Aprendí que hay que decir las cosas, no guardarse nada, lo disfruté mucho, sabía que lo amaba y se lo dije y a mi mamá también, estábamos todo el día a los abrazos, soy cariñoso, mis hijas lo saben. Mi mamá siempre nos hizo parte en todo, iba a ensayos, a giras, rara vez me quedaba, había una simbiosis muy linda y éramos muy compinches, nos reíamos mucho, era una relación hermosa.
Por esos años, él se paraba en la cama de su mamá y se miraba al espejo para cantar y tiene recuerdos de su mamá tocando el piano o componiendo con la guitarra él y Mariel jugando a un costado. “No tenía consciencia de lo que se estaba gestando porque estaba comenzando un camino ella, pero hoy en día escucho sus temas en la cancha, los conoce todo el país, es tremendo”, dijo orgulloso.
Chio y su papá, a quien él llama su "guardián"
—¿Te enojaste con la música?
—Me distancié de la música a partir del accidente porque me fui a otro plano, era de estar en una casa donde se vivía música al 100 por ciento a irme a otra donde no existía la música y había dolor y también para mí la música era eso, un dolor grande y un recuerdo constante de lo que había pasado, no podía escuchar nada.
—Sin embargo su música sonaba, ¿cómo lo manejabas?
—Una cosa es volver a querer escuchar y otra cosa es que la vida te la haga escuchar, es una gran diferencia y nunca me pude escapar de eso, no estaba entero y la manera que tuve yo de poder sobrellevar ese dolor tan difícil fue aislarme y olvidar, y en ese lugar estaba Gilda, nunca olvidé a mi mamá, per sí a Gilda y era imposible porque todo el tiempo salía a la calle y había un auto, en el boliche igual, tenía diez años iba a un corso, estaba tirando espuma y de repente se paraba todo, empezaba Gilda y yo me escondía en el baño a llorar, siempre me despertó mucho dolor, era ese puñal que despertaba todo lo que había vivido y traía adentro.
—Dentro de tu proceso, estuvo el poder volver a escuchar la música de ella...
—Sí, y hoy escucho y la vivo con felicidad. No puedo creer este presente, disfrutando de la música que tanto me lastimaba. Fue un proceso largo, me llevó 26 años todo este camino, pasé por todas las etapas, dolor, negación, mas dolor porque cuando negás siempre vas a encontrar dolor tarde o temprano. Estar con veneno y resentimiento te va a afectar, el amor es el camino que encontré.
—¿Y dónde está el Fabricio de 8 años? ¿El nene que jugaba, reía como todos los de su edad?
—Ahora lo encontré al nene, está conmigo, se está divirtiendo. La pasamos muy bien juntos, estamos celebrando ese encuentro porque soy yo enterito y vivo, esta etapa estoy muy feliz, agarrándome fuerte a ese nene y en parte le pido disculpas porque lo dejé olvidado y eso me emociona.
Fabricio y su papá hicieron una dupla que logró complementarse para salir adelante. Al terminar la secundaria, comenzó a estudiar Derecho, pero luego a sus 18 su papá tuvo un ACV (había tenido el primero a los 7 de Chio y este año), por lo que comenzó a trabajar con él en su empresa familiar, un fábrica de vinagre. Actualmente divide sus horas entre su trabajo y la música.
Su música no solo lo ayudó a sanar, sino que cree que a su papá también. “Se emociona todo el tiempo. Nunca se habló de su historia, nunca salimos a habar, él nunca me expuso y se lo agradezco, es una demostración de amor, valoró lo importante, el nene de ocho años y supo resguardarme, sino, no sé dónde estaría hoy. La vida nos puso a prueba y él me demuestra día a día lo que es la verdadera fortaleza, andar por la vida sin que te importe que te miren, no es fácil quien tuvo un episodio de ACV lo sabe, y ahí nos encontramos, dos guardianes”.
Desde hace 16 años apareció Brenda en su vida: “Es el amor de mi vida, la madre de mis hijas, mi compañera y la persona con la que pude empezar a hablar desde un lugar mas maternal en el buen sentido, mi mamá es mi mamá, pero su mirada de mujer es mas sensible, me crié entre hombres, no tenía mujeres alrededor y es un ser de luz enorme que me acompaña”. Agradecido a la vida por su compañera, está seguro que fueron su mamá, su abuela, su hermana y su abuelo, quienes la cruzaron en su camino. Y sus hijas, “la revancha” de la vida y por quienes como dice su tema “Crují” “valió la pena la espera”: “Vivir todo esto ahora deja un mensaje hermoso a ellas, no importa el tiempo que tarde, lo que pase, lo que suceda que no esperás, lo importante es siempre tener la capacidad y ganas de buscarle la vuelta para ser”.
“Esa es la abuela Shil, la tía Mariel,. la abuela Tita y el abuelo Chochi”, le presentó a sus hijas su familia apenas salieron del sanatorio, recién nacidas: “Ellas disfrutan que tenga ese lado artístico de Gilda y que sea tan querida porque recibe mucho amor, es muy querida lo cual es lindo y siempre cantando sus canciones y con muchas ganas de celebrarla. Antes de ser padre me decían ‘¿cómo vas a hacer con tus hijos cuando pregunten por la abuela?’ y creo que siempre hay que contar la verdad, sin entrar en detalles que no suman. Desde que nacés sabés que la muerte es un paso que vas a dar tarde o temprano y desde un lugar lindo dentro de lo posible, hace bien hablar mas que negar”.
“Valió la espera en la tormenta. Valió el palazo en la cabeza. Valió mirar adelante. Valió bancar tanta mierda”, escribió cuando nació la mayor de sus hijas: “Los hijos te cambian, a mí me generaron esperanza, siempre soñé con ser padre y mi logro es mi familia”, dijo Chio quien aunque alguna vez lo hizo, hoy trata de no pensar cosas como “¿cómo sería Gilda como abuela? ¿Cómo se llevarían con la tía Mariel?” ya que entiende que eso no lo llevará a ningún lado: “La mente juega con vos, deseando, pero el presente es lo más importante”.
Hoy no solo puede escuchar las canciones de su madre, sino que también se identifica con ellas, especialmente con “Corazón Valiente”, porque así se siente, y con “No me arrepiento de este amor”: “No me arrepiento de haberlas tenido a ellas en mi vida a pesar de ese dolor, me preguntás, ‘¿querés volver a nacer y tener una familia hasta los 80 y que no les pase nada?’ y la respuesta es ‘no’, yo quiero a mi mamá, a mi hermana y a mi abuela, tenerlas el tiempo que las tuve porque me dejaron muchísimo y me enseñaron aún más después.
Sobre Gilda la cantante, no tiene más que “admiración” ya que entiende que ella logró el “respeto de todo tipo de personas, desde el rockero, al que hace salsa o tango y de artistas reconocidos” en una época donde además, para las mujeres era todo mucho más difícil: “Supo hacerse un lugar y llegar con su esencia, sus canciones, su carisma, mensaje y voz, lo pudo hacer muy bien. Hay cosas que trascienden y tienen luz propia y están destinadas a marcar caminos, ella a pesar de que tenía todo en contra supo llegar a la gente y hubo algo mas que la hizo crecer un montón después de que partió, porque ella siguió creciendo y hoy en día abraza causas millones y hay entrevistas donde ha dejado mensajes hermosos, entonces creo que es muy lindo su paso por esta tierra”.
Un deseo... “Pediría una charla como las que teníamos ahora desde otro lugar, un abrazo. Una mirada de mi hermana que me ayudaba en todo... me enseñaba a multiplicar, me encantaría que sea otra mi realidad pero es imposible y trato de agradecerles el paso por mi vida, me enseñaron mucho hasta el día de hoy, me hicieron crecer espiritualmente”.
Teleshow
Fotos y videos: Alejandro Beltrame