La supergigante roja WOH G64, situada a unos 160.000 años luz de la Tierra, agota su vida antes de convertirse en una supernova. Foto: ESO/K.
Ohnaka et al.Imagen de la estrella WOH G64, obtenida por el instrumento GRAVITY del Interferómetro del Very Large Telescope (VLTI) del Observatorio Europeo Austral (ESO).
Una enorme estrella llamada WOH G64, situada en la Gran Nube de Magallanes, una de las pequeñas galaxias que orbitan alrededor de la Vía Láctea, está agonizando. Es una vieja conocida, pues los astrónomos la llevan monitorizando durante décadas. Se sabe, por ejemplo, que tiene un tamaño de aproximadamente unas 2.000 veces el de nuestro Sol, y que, en términos astronómicos, está dando sus últimos estertores, pues ha agotado todo el hidrógeno.
En un momento dado, acabará convirtiéndose en una supernova, que es como se llaman a las enormes explosiones masivas con las que ciertas estrellas acaban sus vidas, unos fenómenos de gran magnitud capaces de arrojar materia al espacio a una velocidad de entre 15.000 y 40.000 kilómetros por segundo. Pero ahora conocemos qué aspecto tiene… y no es el que esperábamos.
Un equipo de astrónomos acaba de obtener una fotografía ampliada de WOH G64, lo que la convierte en la primera imagen de estrella situada fuera de la Vía Láctea. Lo más curioso del caso es que no fue captada por ningún telescopio espacial –como el Hubble o el James Webb–, sino por uno terrestre, aunque no cualquiera de ellos. Se trata del Very Large Telescope (VLT), el observatorio de luz visible más potente del mundo, localizado en el desierto de Atacama, en Chile.
Los investigadores llevaban mucho tiempo interesados en WOH G64. En 2005 y 2007 ya habían usado el VLT para investigar sus características de la estrella, que siguieron analizando de cerca durante años. Sin embargo, no consiguieron obtener una imagen lo suficientemente nítida que desvelara su forma y estructura.
Para lograr la imagen deseada, el equipo tuvo que esperar a que se desarrollara un invento revolucionario llamado GRAVITY, un instrumento de segunda generación capaz de capturar imágenes con una extraordinaria sensibilidad y precisión gracias al uso de la interferometría, una técnica que combina la luz de diferentes telescopios, lo que permite a los astrónomos captar detalles minúsculos en objetos débiles.
De este modo, consiguieron crear una imagen con bastante nitidez combinando los datos de cada uno de los instrumentos. Sin embargo, cuando desvelaron su aspecto y forma, descubrieron que no era exactamente lo que esperaban.
¿A qué se debe esa extraña forma ovalada?
Una de las primeras sorpresas que se llevaron los astrónomos fue la extraña forma ovalada que envolvía la estrella. En la imagen se distingue perfectamente un halo de luz ovalado que envuelve al astro, al que rodea un amplio anillo, una forma que no se corresponde con las observaciones previas de este tipo de estrellas. Según los investigadores, ese ovoide podría tener una explicación: los materiales que desprende de la estrella, o quizá la influencia de una estrella compañera aún por descubrir, hipótesis que todavía no han sido demostradas.
"Hemos descubierto que la estrella ha experimentado un cambio significativo en los últimos 10 años, lo que nos brinda una oportunidad poco frecuente de presenciar la vida de un cuerpo celeste como este en tiempo real", afirma Gerd Weigelt, profesor de astronomía del Instituto Max Planck de Radioastronomía de Bonn (Alemania) y coautor del estudio.
Una enorme estrella moribunda
Las gigantes rojas son enormes estrellas con una superficie relativamente fría, aunque con un diámetro normalmente decenas, o a veces cientos, de veces mayor que el de nuestro Sol. Su aspecto rojizo responde a su temperatura relativamente baja, aunque su gran diámetro provoca que brillen mucho más.
Este tipo de estrellas fueron en su día soles de secuencia principal, como la nuestra, que fusionan hidrógeno en el núcleo. Sin embargo, en un momento dado se quedaron sin combustible, con lo que empezaron a quemar helio, que transforma en elementos más pesados.
En esos momentos el enorme astro se expande, enfriando su superficie en el proceso, volviéndose más brillante. En su última fase, antes de convertirse en supernovas, expulsan grandes cantidades de gas y polvo al espacio, y lo hacen de una forma irregular e inestable, lo que en ocasiones puede multiplicar su brillo.
Pero es un brillo engañoso. Es el brillo de la muerte. En el caso de WOH G64, todavía no se sabe cuándo ni cómo se apagará. En sus últimas etapas de vida, las supergigantes rojas como WOH G64 se desprenden de sus capas externas de gas y polvo en un proceso que puede durar miles de años, afirman en el estudio.
Esta enorme estrella roja y fría es una de las más extremas de su tipo, por lo que cualquier cambio drástico que se produzca en su proceso imparable hacia la extinción podría acelerar su final explosivo, explica el coautor Jacco van Loon, director del Observatorio Keele, en Reino Unido, quien lleva observando WOH G64 desde la década de 1990.
Puede que pasen eones, pero el final está escrito, como el de nuestro Sol, que se calcula sucumbirá dentro de unos 5.000 millones de años. Pero no hay que preocuparse, pues para entonces, no quedará ni un atisbo de vida en este pequeño rincón de la galaxia.